Esos "locos" bajitos.

Al igual que los adultos, las niñas y niños sufren y no siempre pueden explicar con palabras de qué se trata, entonces ese sufrimiento se muestra en retraimientos, tristeza, conductas impulsivas, signos distintos a lo frecuente en el ámbito educativo, síntomas en el cuerpo, enuresis o encopresis, dificultades en la adquisición del lenguaje, enfermedades, etc.

Cuando una niña o niño llega a la consulta es traído por los adultos. Las niñas y niños en general no piden ir al psicólogo ni vienen a pedir análisis por sí mismos, por lo que quienes se alarman o se asustan por un síntoma en el cuerpo, en el colegio, en lo afectivo, son sus padres o adultos cercanos.

La importancia de realizar la consulta es la de trabajar ese sufrimiento, la de ofrecer a la niña o al niño, y los adultos un espacio de elaboración de esos malestares.

Cuando se brinda la posibilidad de exponer estos temas, se descubre que quizás el síntoma de la niña o niño es producto de circunstancias más amplias, relacionadas al contexto familiar o escolar y al posicionamiento que ese niño en particular toma frente a estas situaciones.

En cuanto a la forma de tratar el malestar no hay estándar, cada caso requerirá intervenciones diferentes. A veces es necesario trabajar con los padres, a veces no, el juego es una de las maneras de trabajar con una niña o niño, pero no siempre, y no con todos. Hace falta un tiempo necesario para que el tratamiento tenga lugar, y este tiempo tampoco está definido de antemano, es según cada caso y depende de los tiempos subjetivos y los recursos de cada persona.

En el tratamiento es fundamental la relación que el analista y el niño establecen para que el profesional intervenga (volviéndose un instrumento a la mano de la niña o niño) para ajustar, construir con él, aquellas soluciones que le ayuden a vivir mejor.